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«¡Dios mío! Siento mis ánimos decaer, pienso en huir, dejar esta vida de penas, correr a donde los míos, parece que las cosas no se remedian, creo que ya nadie pelea en contra del Gobierno, sólo nosotros como bandidos culpables nos escondemos de la acción de la justicia, pienso en desertarme.

¡Que lucha tan atroz superior a mis fuerzas!

El deber se presenta ante mí: mi Patria sufriendo inicua esclavitud, la sangre derramada de inocentes víctimas que claman castigo para sus verdugos, la Iglesia sufriendo como nunca la persecución más ardiente y atroz que ha conocido la Historia de México, los bandidos y ladrones gobernando a mi pueblo que peca de cobarde, los asesinatos que cometen las fuerzas de Calles colgando vivos a inocentes ciudadanos. Llegaron noticias de más de diez colgados vivos por los alrededores del Distrito Federal; ¡ Cuantos crímenes, cuantas iniquidades! ¡Y el Pueblo espera todavía!… ¡Oh Dios mío! ¿Qué será de mi Patria? ¡No la castigues ya, levanta tu brazo justiciero, pecamos mucho; pero el castigo es superior a nuestras fuerzas! ¡Mira Señor, mi corazón cómo sufre, considerando todo lo que enumero, además que pienso dejar la lucha, dejarla porque me faltan fuerzas para el sacrificio, dame Tu gracia para cumplir mis propósitos, no quiero hacer traición mis principios, me faltan fuerzas, soy de carne y ella me grita negarme al sacrificio! ¡Dame ánimo, al menos que mi corazón no sufra tan atroz tormento! ¡Dame valor, dame entusiasmo! Si consideras que esta cruz que pesa sobre mí te es grata la acepto, más no me niegues lo que te pido, gracia, más gracia para sobrenaturalizar mis actos todos y no desmayar ni un momento; mis propósitos son ver el triunfo de la causa o morir antes de dar media vuelta, en tus manos estoy y Tú sabes lo que haces».

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«De continuar las cosas así, en nuestra desdichada Nación, al cabo de dos lustros ya no quedará en México más que un montón de ruinas humeantes sobre el que se erguirá insolente la infame bandera del crimen y de la disolución social. El pueblo mexicano, ese pueblo noble, grande y heroico tan odiado por la impiedad a causa de su fe profunda y de su nunca desmentido amor a Jesucristo habrá de ser sacrificado en las aras sangrientas de los Bárbaros del siglo XX, o habrá de refugiarse en países donde todavía impere un dejo de cristianismo.
De esta manera, y cuando ya en México hubieran sucumbido todos los valientes, y marchado al destierro todos los hombres de bien; cuando sólo alentaran los verdugos de la raza, los infantes mercenarios, los traidores, los hombres que durante una centuria no han hecho más que preparar el camino a la invasión; rotos ya todos los vínculos sociales, derruídos los templos y hechos pedazos los altares de Dios vivo, se desprendería de las heladas regiones del Norte el ejercito de piratas que, en nombre de la civilización y de la humanidad, vendrían a ocupar un pueblo que reputarían dejado de la mano de Dios, pero que en realidad ellos mismos habrían sumergido antes en el abismo de todas las desgracias. De éste modo quedaría consumado el «Misterio de la Iniquidad» por el que la perfidia y la hipocresía aparecerían prestando un gran servicio a la familia humana, cuando en realidad no habrían hecho otra cosa que destruir la fe de un pueblo para apoderarse completamente de sus destinos».

Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate , Obispo de Huejutla.

25 de Diciembre de 1926

Querida esposa:

¿También te angustia y te acongoja el pensamiento de la utilidad o inutilidad de mis pobres esfuerzos, la posibilidad o la probabilidad del éxito en el negocio? -del triunfo de la epopeya cristera- ¿O al menos la seguridad de contar con lo necesario, en efectivo y mercancías?… ¡Es muy natural y muy humana y racional tal angustia y preocupación!… ¡Pero recuerda que en este asunto, la salvación y salud de una Nación, mucho más todavía que en los individuos, no entra en juego solo lo natural y humano, sino también y principalmente lo sobrehumano, lo sobrenatural y divino!… Y si Dios Nuestro Señor quiere que venga la salvación por medio de los esfuerzos humanos y obrando al parecer solamente los acontecimientos naturales y ordinarios, ¡bien sabemos que éstos, es decir, los acontecimientos aún los puramente humanos y naturales que han de salvar a nuestra Patria y a nuestro pueblo, no son puramente las victorias que no lo transformarían sino superficialmente y quizá políticamente! Dios quiere más, mucho más de este pueblo: quiere hacer de él un modelo en el mundo, quiere enseñar al universo; ¡qué gloria tan grande puede darle un pueblo que en verdad sea suyo y quiera alabarlo y glorificarlo! Y bien sabes que esto no lo harán jamás, no podrán nunca esa transformación las victorias solas, sino los sacrificios, las víctimas, la sangre que todo lo fecundiza, que todo lo engrandece, que todo lo santifica, desde que fue derramada aquella Sangre Divina y que aún se inmola y seguirá inmolándose hasta la consumación de los siglos. ¡Porque el valor de la sangre es insustituible, porque el clamor de la sangre es un clamor terrible, que siempre llega y conmueve el Corazón de Dios!… Por lo mismo aquí sólo hacen falta sacrificios; nuestra Patria para salvarse sólo necesita vidas inmolada, cuya inmolación esté santificada por el amor de Cristo. Para lavarse de tanto horror, de tanta abominación de crímenes que van siendo ya seculares, este suelo necesita sangre, pues las afrentas y las ofensas terribles hechas a Dios por un pueblo, sólo con sangre se limpian. por otra parte, que la hora de la Misericordia, y de la Clemencia y del Perdón y del Amor ha sonado ya para México: ¿Dime tú misma si no es evidente que ha sonado ya? ¿No es la hora del amor la que ha sonado para nuestra querida Patria si vemos que el Dolor ha llamado a todos los hogares que son verdaderamente mexicanos? ¿No es la hora del Perdón y de la Clemencia y de la Misericordia la que ha sonado si vemos que las víctimas se multiplican; que ha empezado a verterse la sangre generosamente derramada, la amada y santa sangre mexicana, la sangre mexicana, la sangre nuestra, de nuestros queridísimos hermanos? Y apenas ayer empezó a derramarse y es tanta y tan generosamente ofrecida la que estaba y está dispuesto a derramar nuestro Pueblo que amenaza inundar este suelo y salpicarlo todo; esto es lo que hacía falta, que no quede rincón de este suelo amado que no se lave con sangre, que no se santifique con el sacrificio. Por lo mismo ninguna vida sacrificada es inútil, ningún sacrificio es estéril. Por lo contrario, sólo es necesario, indispensable, insustituible; sólo eso no puede ser reemplazado; porque sólo eso pide el Señor para hacer grande y feliz a este pueblo. Las victorias vendrán después seguramente; pero ahora sólo sangre, solamente vidas inmoladas se necesitan»

Luis Navarro Origel

 

Es considerado el primer cristero de renombre levantado en armas, nació en Pénjamo, Guanajuato, México el 15 de febrero de 18
Fue alcalde de su natal Pénjamo, electo por el pueblo y proclamaba su fe desde el Salón de Cabildos de la Casa Municipal. Se inscribió desde el primer día en las listas de la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, miembro prominente de la ACJMy fue uno de sus más relevantes y valiosos adalides. Fundó comités de la liga en Pénjamo, Abasolo, Irapuato, La Piedad y Zacapu.
Al no estar de acuerdo con las políticas gubernamentales, finalmente resolvió empuñar las armas el 29 de septiembre de 1926 tomando la ciudad de Pénjamo, aniquilando a la defensa local y apoderándose de los elementos de guerra de que disponía el gobierno.

 

Sostuvo un combate en Cuerámaro y otro en Barajas y pudo protegerse de la retirada cerca de Corralejo. El campo de operaciones de Luis Navarro fue la costa de Michoacán, faja de territorio que yace entre los Estados de Guerrero y Colima. Al llegar a Coalcomán se cambió de nombre haciéndose llamar Fermín Guitiérrez. Murió en combate el día 9 de agosto de 1928 en Las Higuerillas sector Tuxpan.

 

 


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«Mi querida esposa:
El lápiz se me cae de la mano, no sé si escribirte o no hacerlo: digo esto porque si te escribo, quizá vaya a aumentar tus dolores; si no te escribo te formarás el concepto de que no te amo, de que no me acuerdo de ti ni de esos hijos tesoro de mi existencia por quienes he derramado abundantes lágrimas.
Voy a decirte: ¿Tendrás valor para escucharme? El 27 de abril de 1927 salí como te dije en una carta que a México te escribí de Tepalcatepec, y creo que recibirías, salí de San Isidro a Coalcomán a verme con don Guadalupe Lucatero, con el objetivo de arreglar el asunto del ganado que tú supiste; pero a mi llegada a dicho lugar, encontré que el señor Lucatero andaba levantado en armas, y una multitud, por no decir que todos, lo secundaron, inclusive el señor que tu sabes. Llegar yo y ver aquel regocijo, que el pueblo en masa aclamaba a Cristo que expuesto en la Custodia veía quizá con sonrisa placentera el entusiasmo de sus hijos deseosos de su Dios, al que hombres sin conciencia querían expulsar de las iglesias, de los hogares, etc.
Ver yo aquel alboroto y sentirme entusiasmado, todo fue uno. La sangre hervía en mis venas,¿y? ¿quieres que te diga?, ¿no te enojas?, hubo unos instantes que me olvidé de mi esposa y de mis hijos, y enchido de febril entusiasmo también yo salí y grité con toda la fuerza de mis pulmones: «¡VIVA CRISTO REY!» -Desde ese instante soy soldado de Cristo, y ya ver{as que tu esposo no rayando a sus sirvientes, no tratando de ganados, no haciendo negocios, sino lo verás con el arma en la mano defendiendo la fe de mi esposa, de mis hijos y la mía. ¿No es esto una prueba del amor que te tengo?… Aquí estoy cumpliendo con un deber de cristiano, y abrazado con una cruz tan pesada que apenas puedo con ella. ¡Cuántas cosas! Hambres, fríos, persecuciones y calumnias, pero lo que más me duele y hace sufrir, es el recuerdo de ustedes… Sé que sufres mucho, querida mía, tú, no acostumbrada a ningún contratiempo de la vida, la única en tu casa y tratada siempre con el mayor esmero!
Y ahora ser yo el autor de tus sufrimientos. ¡Pero que digo, si sé que también eres cristiana y secundarás mi obra en forma distinta!
Yo con el arma y tú con la resignación, yo tostado del sol y hambriento y tú con tus plegarias, estamos fundidos en el mismo crisol trabajando por el mismo ideal y nuestra vista fija en el mismo punto… Dios… Imagínate que hay veces que tenemos combates que duran sin cesar 24 horas y que a diestro y siniestro caen sin vida nuestros valientes soldados. Muchos han muerto en mis brazos y al morir ¿sabes cuál es su última palabra?: «¡VIVA CRISTO REY!» Y enseguida van a recibir su palma a la Gloria… Yo tengo la esperanza de verlos a ustedes aquí en la tierra, pero si muero ten el valor de la señora Gutiérrez» -doña Carmen Alfaro Madrigal viuda de Navarro Origel- «No me llores, por el contrario ofrece a Dios el sacrificio de mi vida, y ¡vive Dios! que si me pierdes en la tierra me tendrás más solícito velando por ustedes en el Cielo. Desde aquella mansión de paz rogaré por ustedes y por todos aquellos que le hagan bien… Por acá se habla de arreglos; ojalá, ojalá y esto sea como lo hemos pedido. Nosotros no cejaremos ni un momento: vencer o morir, así lo hemos pretendido, ofrecido con juramento, y de no ser como lo hemos pretendido, que Dios mejor me quite la existencia.
Te abrazo desde estas regiones desoladoras, y aunque personalmente no estoy con ustedes, sí estoy con pensamiento y los ideales. No te he abandonado, estoy contigo; pero una fuerza superior e irresistible me obliga a dejarlos. Hay algo más grande que la esposa, los hijos y los bienes, y es Cristo por quien lucho, por quien sufro, por quien se debe dejar lo más querido de este mundo. Tocó mi corazón una vez, otra más, y entonces corrí como Saulo y le dije: «¿que quieres, Señor de mí?» «Anda» me dijo, «defiéndeme porque mis enemigos me acosan» . Sin esperar más y sin vacilación ninguna, dejé cuanto tenía: intereses, negocios, y lo más grande, lo más querido: mi esposa y mis hijos. Es muy dulce sufrir por CRISTO REY.
En nuestros sufrimientos tenemos mucho de consolador. Sabemos que nos dicen: bandidos, salteadores, en fin un cúmulo de calumnias. Pero ¿qué importa?, también a Cristo lo calumniaron, ¿y no El mismo ha dijo: «bienaventurados los que padecen persecución por la justicia?»… Por mi no te aflijas, al contrario, vive satisfecha de tu esposo. No te preocupes por el porvenir. Dios estará contigo. ¿Crees que dejará a la familia del que todo lo dejó por El? Imposible. Ya tengo hecho mi pacto con Dios: casi a diario, por no decir todos los días, lo recibo en mi pecho y todo se reduce a hablarles a ustedes… A mis hijos, hazles ver que si los dejé, fué por Dios, no vayan a creer que fueron abandonados por otra causa. Háblales siempre de Dios…
Adiós, mi querida compañera, único depósito de mis sinsabores y dichas; contigo abrazo a mis queridos hijos y sabes que si no nos vemos en la tierra, viviré para ustedes en el cielo.
Tu esposo, José María Fernández .
Dios y mi derecho.
¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE! ¡VIVA EL PAPA!
*José María Fernández muerto en combate el día 9 de Mayo de 1929

«El pueblo mexicano ha sido escogido por Dios en nuestros tiempos para patentizar con su heroicidad al mundo entero, que la vida de la Iglesia no fenece, sino que goza de una eterna vitalidad. Por medio de este pueblo quiere el Señor traer a la memoria de todo el mundo cristiano, aquel aviso divino de velar y orar siempre, ya que todas por partes las nubes de futuras tempestades se van haciendo más y más densas.

La heróica resistencia de los mexicanos ha llenado nuestro corazón de inmenso gozo, y rogamos al Señor que se cumpla en ese pueblo aquella divina promesa: Beati qui persecutionem patiuntur propter justitiam quoniam ipsorum est Regnum coelorum».


Nicolás Monterisi, Arzobispo de Chieti, Italia. 29 de Octubre 1927

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«Respetar la Ley Constitucional en materia religiosa es respetar el Artículo 3º de la Constitución que establece la enseñanza laica» -y ahora la socialista, con la reforma cardenista- «y viola el derecho  del niño a conocer la religión de sus padres; es respetar el Artículo 5º que prohíbe las órdenes monásticas y niegan el derecho a consagrarse los hombres a Cristo en la regeneración del pueblo; es respetar el Artículo 24º que prohíbe las manifestaciones externas de culto y encierra a Jesucristo en las Iglesias, y prohíbe al pueblo que lo proclame Rey, en sus ciudades y en sus campos; es respetar el Artículo 27 que niega a los católicos el derecho de propiedad sobre los templos que levantó la fe de sus abuelos y que recibieron de sus padres como un precioso legado, como si las hordas revolucionarias fueran dueñas de esos templos y los pudieran dar a su arbitrio, como lo hacen, a los enemigos de los católicos que construyen  tales templos con sus dineros y sus trabajos. Respetar la ley revolucionaria es respetar el Artículo 130, verdadero código de tiranía, que niega a la Iglesia su personalidad jurídica, tratando como esclava de la revolución a la Señora de las Naciones; que arrebata la familia del seno de la Iglesia instituyendo el matrimonio civil; que considera a los Sacerdotes casi como empleados del gobierno; que niega alos católicos el derecho de asociarse políticamente para defender sus derechos religiosos, como si la Iglesia que tiene derecho para llamar a sus hijos con el tañer de las campanas, para la oración, no lo tuviera para llamarlos al combate con el sonar de sus clarines. Respetar la ley constitucional sobre materias religiosas es respetar los artículos que son los eslabones de la cadena del pueblo».

ARMANDO TELLEZ VARGAS

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«El 31 de Julio de 1926, unos hombres hicieron porque Dios nuestro Señor se ausentara de sus templos, de sus altares, de los hogares de los católicos, pero otros hombres hicieron porque volviera otra vez; esos hombres no vieron que el gobierno tenía muchísimos soldados, muchísimo armamento, muchísimo dinero pa´hacerles la guerra; eso no vieron ellos, lo que vieron fue defender a su Dios, a su Religión a su Madre que es la Santa Iglesia; eso es lo que vieron ellos. A esos hombres no les importó dejar sus casas, sus padres, sus hijos, sus esposas y lo que tenían; se fueron a los campos de batalla a buscar a Dios nuestro Señor. Los arroyos, las montañas, los montes, las colinas, son testigos de que aquellos hombres le hablaron a Dios nuestro Señor con el santo nombre de VIVA CRISTO REY, VIVA LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE, VIVA MÉXICO. Los mismos lugares son testigos de que aquellos hombres regaron el suelo con su sangre, y no contentos con eso, dieron sus mismas vidas porque Dios nuestro Señor volviera otra vez. Y viendo Dios nuestro Señor que aquellos hombres de veras lo buscaban, se dignó venir otra vez a sus templos, a sus altares, a los hogares de los católicos, como lo estamos viendo ahorita, y encargó a los jóvenes de ahora que si en lo futuro se llega a ofrecer otra vez, que no olviden el ejemplo que nos dejaron nuestros antepasados».
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ORACIÓN CRISTERA

Mi Jesús, tened piedad de mí. Mis pecados son más numerosos que las gotas de sangre que derramaste por mí. No merezco pertenecer al ejército que defiende los derechos de vuestra Iglesia y que lucha por ella. No quiero nunca más pecar, para que así mi vida pueda ser una ofrenda agradable a vuestros ojos. Lava mi alma de las iniquidades y purifícame de mis pecados. Por vuestra santa Cruz y por mi Santa Madre de Guadalupe, perdóname.Ya que no sé cómo hacer penitencia por mis pecados, deseo recibir la muerte como merecido castigo de ellos. No deseo luchar, vivir o morir sino por Vos y por vuestra Iglesia. Oh, Santa Madre de Guadalupe, quédate a mi lado en la hora de la agonía de este pecador. Permítid que mi último brado en la tierra y mi primer cántico en el Cielo pueda ser ¡Viva Cristo Rey!